Tiempo de Adviento
Domingo, 21 de diciembre 2025
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LA SAGRADA ESCRITURA

San Jerónimo subrayaba la alegría y la importancia de familiarizarse con los textos bíblicos:
«¿No te parece que estás -ya aquí, en la tierra- en el reino de los cielos, cuando se vive entre estos textos, cuando se medita en ellos, cuando no se busca otra cosa?» (Ep. 53, 10).

En realidad, dialogar con Dios, con su Palabra, es en un cierto sentido presencia del Cielo, es decir, presencia de Dios. Acercarse a los textos bíblicos, sobre todo al Nuevo Testamento, es esencial para el creyente, pues «ignorar la Escritura es ignorar a Cristo». Es suya esta famosa frase, citada por el Concilio Vaticano II en la constitución «Dei Verbum» (n. 25).

Benedicto XVI presenta las enseñanzas de San Jerónimo

Lecturas de la Santa Misa del día y de cualquier fecha

Elegir un día en el calendario para ver sus Lecturas. Los Domingos y Festivos contienen un breve comentario.

Estola de color morada
Domingo IV de Adviento
Primera lectura
Is 7, 10-14
Mirad: la virgen está encinta.
Lectura del libro de Isaías.
EN aquellos días, el Señor habló a Ajaz y le dijo:
«Pide un signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo».
Respondió Ajaz:
«No lo pido, no quiero tentar al Señor».
Entonces dijo Isaías:
«Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel».
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 23, 1b-2. 3-4ab. 5-6 (R: cf. 7c. 10c)
R
Va a entrar el Señor;
él es el Rey de la gloría.
V
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R
V
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R
V
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R
Segunda lectura
Rom 1, 1-7
Jesucristo, de io estirpe de David, Hijo de Dios
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.
Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para el Evangelio de Dios, que fue prometido por sus profetas en las Escrituras Santas y se refiere a su Hijo, nacido de la estirpe de David según la carne, constituido Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santidad por la resurrección de entre los muertos: Jesucristo nuestro Señor.
Por él hemos recibido la gracia del apostolado, para suscitar la obediencia de la fe entre todos los gentiles, para gloria de su nombre. Entre ellos os encontráis también vosotros, llamados de Jesucristo.
A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados santos, gracia y paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
Aleluya
Mt 1, 23
R
Aleluya, aleluya, aleluya.
V
Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo
y le pondrán por nombre Enmanuel, “Dios-con-nosotros". R
Evangelio
Mt 1, 18-24
Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
LA generación de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta:
«Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo
y le pondrán por nombre Enmanuel,
que significa “Dios-con-nosotros”».
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.
Palabra del Señor.

DOMINGO DE LA IV SEMANA DE ADVIENTO CICLO A

Tenemos reciente la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen y de nuevo aparece la figura de María. Ella que vive su adviento de una manera singular quiere iluminar nuestro camino y mostrarnos cómo tenemos que vivir nosotros la venida de Jesús.

La profecía de Isaías (primera lectura) y su realización (Evangelio), nos ponen en primer plano a la que es protagonista en el gran acontecimiento que se avecina en la Navidad.

Veamos la descripción que hace la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia en el tema: Adviento de María del libro La Iglesia y su misterio (basta este fragmento):

¡Adviento de María...! ¡Madre...! Tú tenías al Verbo de la Vida en tu seno para ti, para amarlo Tú y para amarte Él. Tú vivías feliz en aquella intimidad y comunicación con el Verbo infinito en tu entraña. Pero, participando de la voluntad divina, olvidada de ti, ardías en ansias terribles de que ese Verbo, que había saltado del seno del Padre a tu seno, saltara de tu seno a los hombres para entregárnoslo como Hostia que, ofrecida por ti al Padre, fuera nuestra salvación y santificación.

El Adviento de María era una necesidad insaciable de darnos al Infinito. La Virgen era una manifestación de Dios ansiando ardientemente mostrar al mundo aquel Hijo oculto en su seno.

María no vivía su secreto sólo para Ella; no vivía su alegría gozándola para sí. Ella se gozaba, sí, con su Hijo en su seno; le tenía, le adoraba, le amaba, ¡pero necesitaba ardientemente mostrarlo a la faz de todos los pueblos!, pues sabía que Ella era el medio del cual Dios se había valido para dárnoslo.

Y, por lo tanto, conocedora de la voluntad divina, felicísima y dichosísima de morar en el seno de Dios y de que Dios morara en su seno, se abrasaba en urgencias indecibles por darnos a su Verbo. ¡Necesitaba que su Verbo fuera nuestro! Y Ella, como buena Madre, pedía: ¡Ven, Jesús!; ven de mi seno a mis manos, para darte en comida y en bebida a todas las almas. ¡Ven Tú, Gloria de Israel, promesa y esperanza de mi pueblo, para que alumbres a todos los hombres con el conocimiento de Yavé llenándolos de ti como llenan las aguas el mar!

¡Adviento de María...! La Señora espera, en esperanza cierta como la muerte, el día en el cual su seno nos dará al Verbo de la Vida, y entonces, como Sacerdote, pueda, entre el cielo y la tierra, dar a Dios todo honor y gloria y dar a los hombres a Dios.

La misión de María, para llenar su maternidad en relación con todos y cada uno de nosotros, es llevarnos de la mano e introducirnos en los grandes misterios de nuestra fe. Estamos frente al misterio de la Encarnación y su realización plena en la Navidad.

María, que vive en intimidad con Jesús en su seno, nos lo va a dar palpablemente con la invitación maternal de: Ven Jesús de mi seno a mis brazos, para que pueda entregarlo a la humanidad que espera ya su llegada en esta Navidad.

¡Gracias, Madre! Ella necesitaba por exigencia de amor puro y universal,... olvidada de sí, darnos a Jesús de su seno para nuestra salvación (Opúsculo nº 5)

Entra en el vivir profundo de María y ella te introducirá en la experiencia sabrosa del misterio en su doble faceta: Encarnación y Navidad.

La Iglesia, madre y maestra en nuestra vida de hijos suyos, en este domingo quiere que palpemos cómo ejerce esta misión a través de María actuando como madre y maestra.

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