Tiempo Ordinario
Domingo, 2 de noviembre 2025
estola de color verde
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LA SAGRADA ESCRITURA

San Jerónimo subrayaba la alegría y la importancia de familiarizarse con los textos bíblicos:
«¿No te parece que estás -ya aquí, en la tierra- en el reino de los cielos, cuando se vive entre estos textos, cuando se medita en ellos, cuando no se busca otra cosa?» (Ep. 53, 10).

En realidad, dialogar con Dios, con su Palabra, es en un cierto sentido presencia del Cielo, es decir, presencia de Dios. Acercarse a los textos bíblicos, sobre todo al Nuevo Testamento, es esencial para el creyente, pues «ignorar la Escritura es ignorar a Cristo». Es suya esta famosa frase, citada por el Concilio Vaticano II en la constitución «Dei Verbum» (n. 25).

Benedicto XVI presenta las enseñanzas de San Jerónimo

Lecturas de la Santa Misa del día y de cualquier fecha

Elegir un día en el calendario para ver sus Lecturas. Los Domingos y Festivos contienen un breve comentario.

Estola de color morada
CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
Primera lectura
Lam 3, 17-26
Es bueno esperar en silenció la salvación del Señor
Lectura del libro de las Lamentaciones.
HE perdido la paz,
me he olvidado de la dicha;
me dije: «Ha sucumbido mi esplendor
y mi esperanza en el Señor».
Recordar mi aflicción y mi vida errante
es ajenjo y veneno;
no dejo de pensar en ello,
estoy desolado;
hay algo que traigo a la memoria,
por eso esperaré:
Que no se agota la bondad del Señor,
no se acaba su misericordia;
se renuevan cada mañana,
¡qué grande es tu fidelidad!;
me digo: «¡Mi lote es el Señor,
por eso esperaré en él!».
El Señor es bueno para quien espera en él,
para quien lo busca;
es bueno esperar en silencio
la salvación del Señor;
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 129, 1b-2. 3-4. 5-6. 7. 8 (R: 1b; cf. 5)
R
Espero en el Señor, espero en su palabra.
V
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R
V
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes temor. R
V
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R
V
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R
V
Y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R
Evangelio
Jn 14, 1-6
En la casa de mi Padre hay muchas moradas
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».
Palabra del Señor.

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS

Después de haber saboreado un poco lo que es el Cielo, vamos a valorar lo que es el Purgatorio.

En una charla de octubre de 1963, la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia presenta el Purgatorio como lugar del desamor:

Aquí en la tierra, como tenemos tantos velos, como estamos tan torcidos y no poseemos la luz infusa del Purgatorio, estamos inconscientes; allí la inconsciencia se terminó; allí estaremos en una consciencia completa de nuestra maldad, de nuestras ofensas. Allí veremos la importancia que tuvo cada cosa y tambièn la intención que tuvo...

Estoy en este lugar por no haber amado al Señor como Él me pidió. Estoy en el lugar de los desamorados. ¡He sido un desamorado!

Un aspecto iluminador de la hondura de la purificación será éste: Le he quitado gloria a Dios y no la puedo recuperar, no puedo adelantar nada, estoy sufriendo sin ganar mérito alguno.

Ha terminado el tiempo de merecer y por esto en el Purgatorio se purifica la falta de amor, pero no se crece en el amor. Nos quedamos en el grado de amor que tenemos en el momento de la muerte. Si tenía que tener 100 grados de amor y he muerto con 80 grados, purificaré los 20 grados que me faltan, pero me quedaré eternamente con 80.

Por la gloria de Dios, por mi felicidad eterna y la felicidad eterna de los bienaventurados no me puedo permitir el lujo de ir al Purgatorio. Allí sólo purifico, pero no puedo ya crecer; con la muerte terminó la posibilidad de ello.

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